Una vuelta al mundo en pocos caracteres

BEGOÑA DORRONSORO.- A lo largo de las entradas publicadas, se ha pretendido hacer un acercamiento a la realidad laboral navarra desde miradas distintas. Desde experiencias que se esconden detrás de los mostradores de los vendedores inmigrantes. Como se ha podido ver, las razones por las que han llegado a Pamplona los protagonistas de estas historias han sido distintas en cada caso. Hay quien llegó por obligación, como Sonia o Luc. Quien llegó desde Siria por una amistad como Hani Abou o quien lo hizo con la intención inicial de pasar sólo dos semanas como muestra la historia de Leidy. Estos nombres y apellidos no son sino una pequeña muestra del porcentaje de inmigrantes que residen y que tienen un negocio en Pamplona. Aunque para ellos cada día que pase sea un reto, lo cierto es que en ninguno de los casos que me he encontrado se ha barajado la posibilidad de volver al país de origen de cada uno. Al menos, por el momento. Todos ellos han encontrado en Pamplona su felicidad.

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«Para un inmigrante, cada día es un reto»

BEGOÑA DORRONSORO.- La Federación de Asociaciones de Inmigrantes de Navarra (FAIN) está conformada por un conjunto de asociaciones cuyo objetivo es conseguir una convivencia pacífica entre los inmigrantes y los navarros.

Durante los ocho años que lleva instalada en Pamplona ha realizado muchas actividades para que los nativos y los extranjeros unan sus fuerzas para conseguir una sociedad mejor.

Para conocer más en profundidad la situación de los inmigrantes en Navarra, he entrevistado a la Presidenta de la Federación, Silvia Rosa Fernádez Manrique.

¿Cómo ha cambiado el tipo de trabajos que desempeñan los inmigrantes en Pamplona si se compara la situación previa a la crisis y la actual?

Antes de la crisis, los inmigrantes trabajaban en la construcción, en la agricultura o en el servicio doméstico, principalmente. Con algunas excepciones, no se pedía una mano de obra muy cualificada y realizaban los trabajos que los autóctonos no querían.

En la actualidad, algunos se han ido a sus países porque no encuentran trabajo o porque lo han perdido. Pero siguen ocupando los mismos puestos de trabajo si tienen la oportunidad. Hay segundas generaciones de inmigrantes que están prácticamente instaladas en la Comunidad Foral que están formadas, han realizado sus estudios universitarios y se van al extranjero porque no encuentran trabajo en aquello para lo que se han formado. Igual que los jóvenes autóctonos. Porque hay una gran competitividad en el mercado que afecta a todos los ciudadanos por igual, sean autóctonos o no.

En este sentido, ¿cuál es el porcentaje aproximado de inmigrantes que han vuelto a sus países debido a la coyuntura económica actual?

Un 10%, más o menos. La mayor parte de los inmigrantes resisten a la situación, porque muchos tienen hijos pequeños que han nacido aquí y esperan que la situación mejore.

¿Las personas que vienen aquí están formadas?

Depende del área geográfica de la que provengan. Los procedentes de   Latinoamérica suelen venir tras haber estudiado alguna carrera. Sin embargo, por el mercado competitivo al que aludía antes se encuentran con bastantes problemas y, en muchos casos,  no tienen espacio para dedicarse a lo que han estudiado. A eso hay que añadirle la dificultad con la que se encuentran a la hora de convalidar los títulos.

Las que provienen de Europa del Este también suelen ser personas cualificadas. Y a los problemas mencionados habría que añadir la barrera del idioma.

Los inmigrantes con una menor formación provienen de la parte más al norte o central de África.

¿Con qué dificultades se encuentra un inmigrante a la hora de abrir un negocio?

Las principales trabas son burocráticas. Tienen que saber cómo pagar los impuestos, pedir licencias municipales… es un proceso bastante engorroso para todos ellos porque muchas de esas normas no las tienen que cumplir en sus respectivos países.

Sin embargo, cada vez es más frecuente ver negocios regentados por inmigrantes.

Sí, es cierto. Este colectivo tiene una valentía que no tienen muchos ciudadanos autóctonos. Muchos recurren a abrir sus propios negocios para atender a gente de su mismo círculo. Es una forma de asegurar las ventas, de algún modo. El hecho de emigrar es el principal riesgo por el que tienen que pasar; una vez superado, son capaces de afrontar sus obligaciones con valentía.

No tienen un colchón familiar que, en un momento de necesidad, les cubra los gastos si se quedan en paro. Tienen que enfrentarse al día a día. Para un inmigrante, cada día es un reto.

Más allá de la actitud emprendedora, ¿cuentan con algún tipo de ayuda que les permita abrir negocios con más facilidad?

No reciben ayudas de las que no dispone cualquier ciudadano autóctono. Lo que ocurre es que se ha creado un clima de solidaridad entre los grupos de inmigrantes donde se ayudan los unos a los otros y se hacen préstamos para, al menos, intentar conseguir la calidad de vida que han venido a buscar al llegar a Navarra.

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Por la amistad

BEGOÑA DORRONSORO.- Lo que vi en el escaparate fue lo que me llevó a entrar en la tienda situada en el número 26 de la calle Amaya. Vi varios collares y anillos donde se podían ver inscripciones en árabe. Sin saber si el dueño que estaba tras el mostrador sería extranjero, entré por la curiosidad que me despertó ver ese tipo de género en una tienda de Pamplona.

En el momento en el que me preguntó si quería algo, se confirmaron mis sospechas. El señor no era español. Poco después, supe que es sirio, de Damasco, concretamente. Así que ansiosa por saber de su vida profesional y cómo y por qué llegó a la capital navarra, le pregunté si podía entrevistarle. No puso inconveniente y nos sentamos en un sillón con tapicería árabe que tenía a la venta. La frase más destacable de la entrevista es la siguiente: «Mi trabajo no es vender a un pasante. Hay que tener una base muy importante hacia la clientela e ir de boca en boca«. Una forma de hacer frente a la crisis creando compradores fieles.

Aquí puedes ver en diez minutos la entrevista que le realicé a Hani Abou Al-Nasser.

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Vacaciones de trece años

BEGOÑA DORRONSORO.- Después de terminar las clases por hoy, me dirijo a la cafetería Bruselas. Allí, he quedado con Leidy Moreira, una ecuatoriana de 25 años que lleva prácticamente la mitad de su vida viviendo entre Otsagabia y Pamplona. No trabaja por las tardes, así que, en vez de dirigirme a su puesto de trabajo, nos hemos citado en este lugar para, al mismo tiempo, resguardarnos del mal tiempo que hace fuera.

Son las 19:15 y ella ya está esperándome sentada en una de las mesas más cercanas a la puerta. Nunca antes había entablado una conversación con ella, bueno, sí, cuando la vi trabajando en su puesto de la oficina y le pregunté si estaría dispuesta a contarme su vida laboral durante su estancia en Pamplona. Por eso, la he podido reconocer sin problemas.

Tras pedirle al camarero un café para entrar en calor, Leidy ha comenzado a contarme su vida desde que con 12 años llegó a Otsagabia.

Mi padre vino a Pamplona a pasar medio año por cuestiones de trabajo. Yo tenía 11 años entonces y se me hizo muy duro separarme de él, porque estamos muy unidos. Por eso, en cuanto tuvimos oportunidad, mi madre, mis dos hermanos y yo vinimos a pasar quince días de vacaciones. Nos gustó tanto la ciudad y mis padres vieron tantas oportunidades laborales que ese viaje que iba a durar dos semanas está durando, por ahora, más de trece años.

Empecé tercero de primaria, porque, al tener que igualar mi expediente académico allá en Santo Domingo de los Colorados, con el de aquí, me bajaron más de un curso. Debido a que vivíamos en un pueblo, no me fue difícil integrarme con la gente de allí y tengo muy buenos recuerdos de mi experiencia escolar.

Cuando terminé la secundaria, me inscribí en un grado de Formación Profesional de Administrativo. Y, cuando lo terminé, estudié un grado medio de Comercio y Marketing hasta los 19 años”.

Leidy en su puesto de trabajo de Ocaso.

Mientras me cuenta su historia, me he dado cuenta de que aún no he probado el café y ya se me ha quedado frío. Tras contarme cuál ha sido su formación, le pregunto a Leidy si, después de acabar Comercio y Marketing, comenzó a trabajar.

Bueno, en realidad, llevo trabajando desde los 13 años. Desde muy pequeña he cuidado a los niños de los amigos de mis padres o de mis vecinos. No era un trabajo exactamente, pero casi. A mí me gustaba. También trabajaba de camarera los fines de semana durante mi etapa en el colegio. Cuando empecé como Administrativa, estuve trabajando en una asesoría, al empezar el segundo grado, estuve en Pc City durante un año. Fue entonces cuando se empezaron a notar los primeros síntomas de la crisis y, debido a que mis condiciones laborales no eran muy buenas, me fui.

Leidy en su puesto de trabajo de Ocaso.

Entonces, empezó mi etapa en el banco Santa Lucía. Estuve tres años y, durante el verano, trabajaba en el camping de Otsagabia. Y, ahora, trabajo en Ocaso haciendo seguros desde hace exactamente un año”.

Este último trabajo que desempeña actualmente no me pilla por sorpresa, porque fue ahí donde la vi por primera vez.

La verdad es que he tenido suerte, porque nunca me ha faltado trabajo en tiempo de crisis. Cuando se da la casualidad de que ahora hay muchos españoles que emigran a Ecuador y países similares en busca de nuevas oportunidades laborales”.

Le pregunto entonces por el futuro.

Aunque estoy muy a gusto, me gustaría cambiar de trabajo en algún momento, pero nunca se me ha pasado por la cabeza volver a Ecuador, porque yo ya he hecho mi vida aquí.

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Un bazar «chinopamplonés»

BEGOÑA DORRONSORO.- Los todo a cien o los bazares chinos conforman uno de los tipos de negocio que más abundan en muchas de las ciudades españolas. Según el último informe de inmigración del Ayuntamiento, en Pamplona viven hoy 624 chinos. Por eso, he optado por entrevistar al dependiente del Bazar Asia de la calle Amaya. Lleva más de una década abierto y toda la experiencia reunida en el trato a los pamploneses puede suponer una historia interesante y digna de ser contada. Además, todos los años que lleva en la capital navarra me permitirán entablar una conversación con él con un casi perfecto español por su parte.

El cartel del establecimiento iluminado.

Se llama Luc Dung . Tiene 45 años, de los cuales 32 los lleva pasando en España. Llegó a Salamanca con sus padres desde Cantón. Estudió hasta los 16 años y, según me cuenta, no trabajó durante ese período. Ni siquiera para ayudar a sus padres en el restaurante que abrieron nada más llegar a la provincia castellano-leonesa. Fue al acabar sus estudios cuando comenzó a trabajar allí.

Luc me cuenta, además, que gracias a la poca edad con la que llegó a España, pudo aprender el idioma con facilidad y no le costó integrarse con los salmantinos primero y los pamploneses después.

Cuando él contaba 29 años, vino a Pamplona y abrió el bazar en el que me encuentro. Diecisiete años atendiendo a prácticamente los mismos clientes no pasan en vano y asegura que todos conforman una gran familia. “Me gusta el trato con el público, porque esto es como una familia. Conozco a la gente y el barrio perfectamente y trabajo muy a gusto. No cambiaría mi trabajo por nada”, asegura.

Cuando le he preguntado si ha pensado en algún momento en volver a China, su respuesta ha sido rotunda: “No he pensado en volver. Es imposible porque yo lo tengo todo aquí. Mis hijos nacieron aquí y no les une a China nada más que las raíces familiares. Yo no podría vivir en otro sitio que no fuera éste”.

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Se vende local para chinos

BEGOÑA DORRONSORO.- Sonia Zhiang tiene 36 años. Llegó con tan solo nueve a nuestro país. Fue despojada de la que hasta ese momento había sido su vida en China y llegó a Valencia. Desde el primer momento ayudó a sus padres en el restaurante que abrieron y, desde esa edad tan temprana, fue ahorrando lo poco que ganaba para abrir su propio negocio cuando contara con más edad.

Con dieciocho años llegó a Pamplona, donde trabajó en un bazar chino, en algunos restaurantes entre otros lugares.

Actualmente, es comercial en la Inmobiliaria Pou. Está en la calle Doctor Joaquín Gortari y, su principal seña de diferenciación es el especial trato a los clientes de nacionalidad china. Según me contó su propietario, Carlos Pérez, que abrió este negocio en plena crisis, los ciudadanos de esta nacionalidad son muy activos en la compra y alquiler de naves y locales para la apertura de sus negocios. Por eso, para hacer frente a la mala coyuntura económica, decidió centrarse en la especial atención de los chinos.

Así, con la contratación de Sonia, la relación para las ventas sería más adecuada y hasta beneficiosa para el propio dueño. Está casada con un pamplonés, tiene dos hijas y está absolutamente asentada en la capital navarra.

Tuve la oportunidad de entrevistarla el pasado 29 de octubre en la inmobiliaria en la que trabaja. Con decenas de trabajos a sus espaldas y un gran esfuerzo para llegar a ser lo que es hoy, se define como una mujer emprendedora y sin miedo a nada.Y, precisamente porque no es lo mismo leer su historia que verla, a continuación, muestro la noticia emitida ese mismo día en el informativo del mediodía de Navarra Televisión. (Desde el minuto 14:54) Aunque no se recoge en esta pieza de poco más de un minuto, Sonia compartió conmigo una frase que resume a la perfección su filosofía de vida y que a mí me hizo reflexionar: «Nunca guardes todas tus oportunidades en la misma cesta, porque, si  se rompe, estás perdido«.

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La inmigración de Pamplona en datos

BEGOÑA DORRONSORO.- Antes de entrar en la vida de los inmigrantes en Pamplona que serán los protagonistas de las historias de las próximas entradas, es preciso hacer un breve análisis del número de extranjeros que en la actualidad residen en la capital navarra.

Según el último Informe de Inmigración emitido por el Ayuntamiento que recoge los datos del primer semestre de este año, el número de este colectivo empadronado se ha reducido en 939 personas, lo que ha provocado que la cifra de inmigrantes en la capital sea de 24.269.

Eso refleja que muchos de los que llegaron en su día a Pamplona en busca de una vida mejor han vuelto a su país de origen o han emigrado a otro lugar. En el Informe también se refleja el porcentaje de ciudadanos de cada nacionalidad que residen en la capital.

El 37% proviene de América Latina. El 35’3% de la Europa Comunitaria y entorno a un 7% del Magreb, cifra que coincide con los inmigrantes de la Europa no Comunitaria y del resto de países de África. Si bien esas son las nacionalidades más cuantiosas en lo que a inmigrantes en Pamplona se refiere, en total están empadronadas personas de 131 países distintos.

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